viernes, 30 de septiembre de 2011

Hacking day

Mucho ha llovido desde aquel grandioso día (sobre todo en Alemania), pero creo que merece ser recordado para la eternidad. Era una cálida mañana de primavera, y habíamos quedado para comer en la Facultad de Medicina. Tras salir de clase me reuní con el resto y entramos a la cantina. La comida no estuvo mal, una buena hamburguesa y alguno consiguió irse sin pagar. Tras la comida algunos fuero al baño y otros nos dimos una vuelta por la facultad, y en ese momento la ví por primera vez.

Allí estaba ella, junto al baño, impasible ante las miradas ajenas que intentaban entender lo que estaba pasando. Estoy hablando de la máquina expendedora de la Facultad, que no dejaba a nadie sacar ningún producto de sus entrañas por estar en un menu totalmente desconocido para los usuarios. En ese momento pedí a mis amigos que me dejaran investigar. Tras unos diez minutos investigando y escuchar comentarios como "así no vas a trabajar en Google", lo conseguí, ¡Hackee la máquina!.

De repente empezaron a caer todos los productos que habían en la máquina, de uno en uno. Nos volvimos locos, empezamos a coger todo lo que escupía y a pulsarle a todos los botones de la máquina, mientras gritábamos cosas sin sentido.

En ese momento nuestras caras estaban rebosantes de alegría, creo que nunca he visto a nadie tan alegre como nosotros en ese momento. Pero no nos confundamos, no era alegría por haber conseguido comida, ni siquiera era alegría por conseguirla gratis, era alegría por haber ganado al Sistema. Ese Sistema con mayúsculas, que siempre nos está jodiendo. El mismo Sistema que te dice lo que puedes y lo que no puedes hacer; el que hace que el mundo se mueva, aunque sea para darte una patada en el culo. Pues bien señores, nosotros ese día le ganamos la partida.

Tras llenarnos los bolsillos a más no poder, mientras la máquina seguía expulsando los productos, nos fuimos victoriosos a comernos nuestra comida fuera. Cuando terminamos la mayor parte, puesto que el hombre es avaricioso por naturaleza, volvimos a la máquina a por más. Cual fue nuestra sorpresa al ver que no se podía abrir la tapa que te da acceso a la comida, porque la cantidad de productos que habían caído no le dejaba espacio para abrirse. De esta manera el Sistema se vengó de nosotros, demostrándonos que la avaricia rompe el saco.

Con una foto de la máquina saturada de comida concluyo el relato de un día que, si las drogas nos lo permiten, siempre permanecerá en nuestra memoria. Sin la menor duda ese día triunfamos a lo grande. HHT

1 comentario:

  1. lo de ganarle al sistema esta bien, pero lo que nos alegró fue ver comida después del fumadón, que no se te olvide

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